Garbanzos de México, patatas de Israel, manzanas de Chile, quinoa de Perú… cada día comemos estos y otros alimentos que antes de llegar a nuestra casa han recorrido kilómetros y kilómetros, dado que la mayor parte de los alimentos que consumimos viajan entre 2500 y 4000 kilómetros antes de llegar a su destino.
Adquirir productos y variedades locales reduce las emisiones de CO2 asociadas al transporte de alimentos. Además, las plantas que han crecido o se han cultivado tradicionalmente en un lugar están adaptadas a sus condiciones edáficas, a sus ritmos de lluvias, y al resto de especies vegetales y animales que comparten territorio con ellas (coevolución), con lo que sumamos una lista innumerable de beneficios añadidos, como por ejemplo que estas plantas “consumen” menos recursos.
El sistema agroindustrial capitalista nos ofrece estos alimentos kilométricos porque su principal interés es el del máximo beneficio económico. En un segundo o tercer plano está nuestra salud y nuestros gustos como consumidoras. Más abajo podemos encontrar los efectos de estas producciones sobre el medioambiente (contaminación por biocidas, fertilizantes de síntesis química, desaparición de variedades locales…) y, ya en lo más hondo de todo, encontramos a las personas que producen esos alimentos. Ah, y claro, esta lógica la hallamos igualmente, y cada vez más, en los productos con el sello “bio”.
En definitiva, el sistema agroindustrial tiene consecuencias negativas sobre la salud (agroquímicos, transgénicos, antibióticos, hormonas…), el medio ambiente (desertización, contaminación y salinización de la tierra y el agua, consumo excesivo de agua y energía, efectos negativos sobre el clima…) y la sociedad (empobrecimiento del campesinado y desigualdad, monopolio de semillas y del comercio de alimentos, especulación alimentaria, neocolonialismos…).
En Hortigas queremos otro modelo: uno donde las personas (consumidoras y productoras) sean las protagonistas. Queremos depender cada día menos del petróleo, por ello apostamos por sistemas de producción artesanales, donde el uso de la maquinaria pesada cada día es más residual y el uso de la tracción animal moderna cada vez coge más relevancia. Nuestras manos son las protagonistas. Nuestros tiempos son los tiempos de la naturaleza. Somos bio-lentas por definición.